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LAS TIPOLOGÍAS: NECESIDAD Y CRITERIOS
Del libro: Antropología y turismo ¿Nuevas hordas, viejas culturas?. Autor: Agustín Santana. Editorial Ariel. Barcelona. 1997. Páginas: 29-46.
Una serie de circunstancias paralelas al hecho turístico, tales como la evolución y abaratamiento de los medios de transporte o el aumento del tiempo libre en los países industrializados, han potenciado el movimiento de una ingente masa humana, cuantificada por la Unión Internacional de los Organismos Oficiales de Turismo en 250 millones de personas para 1985 y en 500 millones en 1993 por la UNESCO. Estas cifras, que superan la de los trasvases controlados de fuerza de trabajo, las migraciones laborales tradicionales, son de por sí indicativas de la importancia, tanto económica como sociocultural, de la actividad, que se ha conformado como una parte integral y fundamental del Producto Interior Bruto de muchas regiones del Sur.
Sin embargo, el mero crecimiento numérico no nos aporta información sobre cuestiones como, por ejemplo, el desembolso que ha supuesto su organización y acomodación, ni sobre las reestructuraciones que en las áreas de destino han tenido que realizarse, ni sobre las variaciones, efectos y consecuencias positivas o negativas de su desarrollo.
Planteémonos como ejemplo previo una pregunta ¿es lo mismo, para una investigación en antropología, un turista extranjero que exclusivamente disfruta del entorno creado para él que otro que rompe el programa marcado y se introduce entre los locales? Evidentemente no. Ambos podrán mantener una serie de estereotipos y pautas de comportamiento aproximadamente comunes; el primero puede formar parte de un gran grupo de viajeros y el segundo arribar a la zona con unos pocos compañeros de viaje. Pero )cuál de ellos causa menos impactos en el área? ¿cuál tiene mayor influencia sobre los modos de vida locales? Imaginemos que estamos realizando un estudio de caso en un pequeño pueblo dependiente económicamente de una serie de actividades tradicionales y de un centro turístico localizado. ¿Será el número mayor de visitantes el que condicione de un modo u otro a los locales? ¿podrá ser la frecuencia de los encuentros entre los anfitriones y los visitantes de uno u otro tipo?
Puesto que los hechos demuestran que esas personas ociosas que viajan no tienen, en la mayor parte de los casos, ni procedencia socioeconómica común, ni culturas homogéneas, ni comportamientos similares, el análisis de aquéllas y otras cuestiones pasa necesariamente por acordar, convencional y metodológicamente, una categorización global de los visitantes, de manera que podamos acotar grupos y establecer patrones de comportamiento diferenciales que pudieran caracterizar diferentes modos y modelos de actividad turística y, consecuentemente, tipos de impacto, el grado de influencia, que puedan ocurrir sobre la comunidad local de destino y su entorno físico. Está claro que la existencia de ese esquema clasificatorio, por definición comprensivo y global, no es esencial para resolver los problemas que genera el turismo, pero una base sistemática para la discriminación entre diferentes formas de turismo (Pearce, 1994:22) podría no sólo proveer de unos cimientos firmes para explorar los aspectos más controvertidos del turismo, sino que además podría ayudar a establecer, a largo plazo, un terreno común sobre el que se unificaran criterios y aproximaciones teóricas al estudio del turismo y su desarrollo.
Sin embargo, una vez planteado el porqué de realizar esta clasificación nos queda en el aire otra pregunta de difícil respuesta y de poco tratamiento bibliográfico: ¿por qué razón producen las sociedades distintos tipos de turistas y por qué se diferencian los distintos estilos de turismo que practican?, es decir, ¿por qué un alemán escoge preferentemente las áreas de costa y las islas? ¿por qué el turista europeo consume de forma muy limitada productos del área de destino? ¿por qué unos ignoran las montañas y se asombran con un río o un lago? ¿por qué algunos prefieren los viajes organizados y otros no? ¿por qué unos viajeros son atraídos por la naturaleza salvaje y otros por las ruinas del pasado? Dean MacCannell (1976) considera que para encontrar respuesta a esta cuestión hemos de referirnos a la base misma de la sociedad moderna, en ésta los individuos tienden a llevar una existencia artificial y a sentir falta de autenticidad en sus vidas. La búsqueda de la autenticidad es comercializada, perfectamente canalizada por la empresa del ocio, que la convierte en objeto de consumo a través de los encuentros turísticos que operan a gran escala y bajo una amplia variedad de formas en diferentes circunstancias (Greenwood, 1977:129).
El turismo, entonces, se conforma como una respuesta al estrés y la uniformidad de la vida urbana, significando un cambio en el estilo de vida de los turistas potenciales, es decir, los trabajadores mayoritariamente urbanos, que se acomodan temporalmente a un nuevo estándar, con diferentes expectativas, demandas y necesidades. Así, siguiendo a Graburn (1983), sin tratar de ser exhaustivos, podemos contar con una serie de factores, emanados de la cultura dominante en la sociedad o subsociedad de que se trate, de tipo infraestructural (tales como relaciones sociales, relaciones productivas, estructura política, posición socioeconómica, etc.) y superestructural (arte, filosofía, religión, etc.), que se encuentran en continua relación. Sin embargo, son los factores infraestructurales, los estándar de vida, los que en último término van a enmarcar y, hasta cierto punto, conducir los diferentes comportamientos de los individuos convertidos en turistas y a través de los cuales podemos establecer patrones o modelos que los distingan. Éstos nos sugieren elementos de reflexión acerca de temas como porqué las expectativas de ocio, vacación y turismo generadas por los integrantes de una determinada sociedad no coinciden con los de otra (compárese por ejemplo el español medio con el inglés, o el norteamericano con el sudafricano), o porqué se necesitan reforzar ciertos estereotipos sobre destinos en algunas sociedades a través de campañas publicitarias, tarjetas postales, etc. (el Caribe virgen, las islas Seychelles, el desierto y su historia, o las ciudades monumentales europeas para el turista alemán), directamente relacionados con la actuación del propio sistema turístico sobre las sociedades generadoras.
Con todo, debemos partir de dos premisas fundamentales: (1) que con la modernización (postmodernización) -con la diferenciación social que conlleva- de las sociedades occidentalizadas se ha dado un incremento de la diversidad turística (Nash, 1994:219), incluyendo en ésta tanto a los productos turísticos, como a los tipos de turistas y formas de turismo; y (2) que con el desarrollo de estas mismas sociedades, principales generadoras de turistas, seguirán surgiendo espontaneamente nuevas formas de turismo al margen de las que el propio macrosector trate de introducir. Ello nos lleva a plantear las tipologías como categorizaciones marco que, siempre y en todos los casos, según los intereses de la investigación, deberán ser testeadas, actualizadas y corregidas, por lo que no es sorprendente que no exista, aunque sea teóricamente deseable, un acuerdo universal, una tipología única que diferencie entre turistas y turismo.
En 1992, Douglas G. Pearce (1994), revisando el concepto de >turismo alternativo=, llevó a cabo un repaso a las diferentes clasificaciones realizadas. Desde su punto de vista han sido escasos los escritos que han intentado identificar y clarificar los diferentes tipos de turismo, refiriéndose la mayoría de los realizados a los casos de estudio concretos, sin intentos de comparación y generalización y, por tanto, sin ofrecer la posibilidad de generar un método analítico potente, aplicable a cualquier área geográfica. En la mayor parte de los estudios analizados por el autor, no se justifican suficientemente las variables utilizadas en la clasificación y rara vez aparece un nuevo tipo, no incluído en las primeras tipologías. En su artículo, Pearce identifica la variables que han sido consideras más relevantes para el diseño de la tipología del turismo. Éstas son: contexto, instalaciones (tipo, escala, calidad, servicio y precio), localización (localizado/extensivo, aislado/agregado), promotores/propietarios (origen y tipo, actitudes y motivos), proceso de desarrollo (requisitos, tiempo, planificación, proceso, forma), mercado y promoción (origen de los turistas, otras características de los turistas, promoción y viaje organizado) e impactos. Asociadas parcialmente a alguna de tales variables, Pearce relaciona unas cincuenta tipologías, lo cual refleja la extrema complejidad de la actividad y las múltiples facetas que toma el turismo, conduciendo a los investigadores a concentrarse sobre aspectos particulares.
Fundamentalmente, y salvo investigaciones de carácter muy específico, las tipologías de uso más común para los antropólogos y sociólogos, dado su objeto de estudio, son las basadas (A) sobre la estructura espacial del desarrollo turístico (análisis de los usos de los espacios) y (B) sobre el rol desempeñado por el turista (análisis de actividades, encuentros e impactos).
Pearce, en 1981 (1986:13-22) ofrece un análisis de tres tipologías (Barbaza, 1970; Peck y Lepie, 1978 (1989); Préau, 1970) y una cuarta propia, centradas en las distintas formas que toma el desarrollo turístico y la división de responsabilidades en el mismo. Las primeras dos tipologías revisadas por el autor están circunscritas, en gran medida, al desarrollo en entornos locales y regionales concretos, refiriéndose a desarrollos de turismo de costa, mientras que la tercera, centrada en el análisis del turismo alpino (los Alpes Franceses), sugiere una clasificación más general basada en la división de responsabilidades en el proceso de desarrollo.
(A) Barbaza (1970), trabajando sobre el Mediterráneo y el Mar Negro, propone tres tipos diferenciales de desarrollo según: (a) el tamaño y extensión de la población local existente, así como la vitalidad y diversidad de sus actividades antes de la introducción del turismo; (b) la naturaleza espontánea o planificada de las instalaciones existentes; y (c) la naturaleza localizada o extensiva del área turística. Tales tipos se concretan en los denominados desarrollo espontáneo (Costa Brava y Riviera Francesa), desarrollo planificado y localizado (Mar Negro) y desarrollo extensivo (Languedoc-Roussillon francés).
En la Riviera y en la Costa Brava, Barbaza identifica un tipo de desarrollo que surge espontaneamente dictado por la demanda de áreas de costa con un clima cálido. En la primera, éste es llevado a cabo en dos fases, una inicial donde la estacionalidad es muy marcada (invierno) y en la que a lo largo de la costa van surgiendo villas de recreo para el solaz de las clases pudientes, y una segunda, más anárquica, en la que se rompe la estacionalidad y se populariza el área, con la construcción de una banda costera entre los núcleos ya existentes. El desarrollo de la Costa Brava adolece de la fase aristocrática, iniciándose por una ocupación agrícola-pesquera, sobre la que, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (SGM), recae la demanda de un turismo de veraneo. Al preceder la demanda al equipamiento del área, se produce una suerte de construcción totalmente anárquica que degrada el entorno y reorganiza espacial y socialmente la región, constituyéndose como una unidad funcional y permitiendo la continuidad de algunas labores tradicionales.
Muy diferenciado de los casos anteriores, el litoral del Mar Negro (Rumanía y Bulgaria) fue planificado y organizado en un plan de los gobiernos socialistas posteriores a la SGM cuya finalidad era la expansión turística orientada tanto hacia el extranjero como hacia el turismo social interior. Este desarrollo, consciente y cuidadosamente calculado, contó además con la propiedad colectiva de la tierra, con lo que los efectos sobre los núcleos de población local y sus actividades fueron mínimos.
Con el caso del Rousillon francés ilustra Barbaza su tercera categoría. En éste, a partir de unos pequeños núcleos locales, con carácter privado se inicia en la década de los sesenta una operación de desarrollo extensiva que incluyó no sólo la construcción de nuevos complejos sino también la expansión de los ya existentes, tratando de unificar y presentar la región como un todo.
(B) Una segunda tipología, centrada en áreas de costa, es la formulada por Peck y Lepie (1977-1989) basada en un estudio de pequeñas comunidades costeras de Carolina del Norte (USA). Para ello partieron de tres criterios: (a) el tipo de desarrollo, según su magnitud y velocidad; (b) los impulsores del desarrollo (las bases del poder), incluyendo propiedad de la tierra, fuentes de financiación, ingresos locales y la relación entre tradiciones locales y proyectos de desarrollo; y (c) los impactos sobre las comunidades anfitrionas, expresados en términos de rentabilidad e impactos sociales primarios. Con estos realizaron una triple categorización del desarrollo turístico, ilustrada con sendas comunidades, en crecimiento rápido, crecimiento lento y desarrollo transitorio.
Esta tipología, aparecida en el texto Host and Guest (Anfitriones e Invitados) en 1977, es tal vez de las más importantes y de mayor aplicación posible en el ámbito de la antropología que estudia el turismo, permitiendo, covenientemente acompañada por los tipos de turista que visitan las áreas (ver tipologías según rol del turista), realizar generalizaciones en el tratamiento del desarrollo espacial del turismo y los efectos sobre las poblaciones locales.
Siguiendo a Peck y Lepie (1989:305), el crecimiento rápido se produce Acuando las corporaciones adquieren grandes terrenos, y a continuación operan la subdivisión de los mismos para iniciar la construcción@. En este caso tanto los promotores como, en la mayoría de las ocasiones, los compradores, la mano de obra empleada en la construcción y la propiedad de los servicios, son externos a la comunidad local, que se mantiene ajena a los beneficios de desarrollo turístico. De resultados radicalmente diferentes, al menos en principio, es el crecimiento lento. En éste, la promoción de los terrenos es controlado por los terratenientes locales y el desarrollo, ajeno a toda planificación, incluye a los integrantes de la comunidad local; además, los recién llegados, ya sea como mano de obra ya como inversores, suelen integrarse en las estructuras de poder tradicionales. Por último, el desarrollo transitorio está referido por los autores a un Aturismo comercial de fin de semana y de *eventos concretos+, que proporciona unos determinados ingresos por temporada@; este tipo de desarrollo no necesita grandes inversiones y, en ocasiones, permite y promueve la movilidad socioeconómica en la comunidad.
(C) Préau (1968 y 1970)[1] propone una clasificación basada en áreas alpinas (Alpes franceses), concluyendo que el desarrollo del turismo se ve afectado por tres factores: (a) el estado de la comunidad local cuando comienza el desarrollo (tamaño, dinamismo, instalaciones); (b) el ritmo del desarrollo (y si éste coincide o no con el crecimiento de posibilidades de la comunidad local); y (c) las características del lugar y las posibilidades técnicas y financieras para su desarrollo. Con éstos, el autor, si bien reconoce que existen situaciones intermedias, diferencia dos escenarios contrapuestos en sus características: Chamonix (s.XIX) y Les Belleville. En el primero de los casos, donde se daba un turismo estacional de verano, se enfatizan las condiciones y factores locales que han sido modificados después de su descubrimiento como atractivos turísticos. La población local, muy implicada, se adapta de buena gana a la actividad turística, funcionando ésta como el germen para el desarrollo económico y social del área.
Un proceso radicalmente diferente sucedió en Les Belleville (1970), donde el complejo turístico es concebida por planificadores totalmente externos y ajenos al área y los atractivos se concentran más en presentar una serie de instalaciones funcionales que en los parajes naturales (reducidos a características técnicas) o la identidad sociocultural local. La población local sólo es tenida en cuenta en tanto que propietarios de la tierra y como fuerza de trabajo
(D) Pearce (1986), tomando algunas ideas expresadas en las tipologías anteriores, realiza una doble división: el desarrollo integrado y el desarrollo catalítico. El desarrollo integrado, implica sólo a un promotor o compañía con exclusión del resto de los actores; la población local, al margen del desarrollo, queda relegada a fuerza de trabajo ocasional para la construcción y algunos servicios menores. Este tipo de desarrollo, contando con importantes medios técnicos y financieros, suele ser rápido, planificado y muy coordinado, teniendo como resultado complejos turísticos funcionalmente especializados, aislados y dirigidos a turistas de clase alta.
El desarrollo catalítico, al contrario que el anterior, a partir de un promotor inicial, las actividades llevadas a cabo van implicando a otras compañías e individuos tanto locales como foráneos, es decir, la actividad hace de catalizador para un desarrollo complementario simultáneo. Resultando unos complejos turísticos injertados en los pueblos o en áreas cercanas a éstos, con lo que la población local se puede beneficiar de las actividades comerciales de los turistas, generalmente de estatus socioeconómico más variado que el anterior[2].
Estas clasificaciones, como otras, configuradas esencialmente por geógrafos, si bien permiten al antropólogo su utilización en el análisis de los espacios interferidos y le capacita, en el momento de la comparación, para distinguir claramente entre diversos núcleos, no incluye a los actores más usuales del escenario turístico y, por tanto, quedan al margen variables como encuentros, modo de organización social y económica, estructura sociocultural del destino, etc., por lo que tendrán que ser complementadas con otras que traten de interpretar el rol del turista. Para ello, algunos investigadores han propuesto tipologías que tratan de asistir su descripción y análisis, caracterizando los diferentes >turismos= atendiendo a las características del turista (nivel de instrucción, estilo de vida, ...), las características del viaje (duración, país, ...), el modo de organización (en grupo o individual), el tipo de servicio utilizado (modo de transporte), el motivo del viaje (peregrinación, vacaciones, descanso, ...) (Noronha, 1979) o la relación interactiva entre anfitrión y huésped en los destinos.
Desde este punto de vista, corroborando la importancia que tuvieron las primeras clasificaciones realizadas en los años setenta, las tipologías sobre el turismo pueden ser agrupadas en dos categorías generales (Murphy, 1984:5; Lea, 1988:26):
(a) De tipo interaccional, que enfatizan las relaciones entre los visitantes y las áreas de destino. Dentro de estas se incluirán las de Cohen (1972:167-8), Wahab (1975:10) y Smith (1977c:2-3)
(b) De tipo cognitivo-normativo, que analizan las motivaciones previas al viaje, que serían las de Plog (1972) y Cohen (1979).
(A) Cohen (1972:167-8) sugirió una clasificación de los turistas basada sobre la afirmación de que las experiencias de los turistas combinan varios grados de novedad relacionados con lo familiar, la excitación del cambio entrelazada con la seguridad de los hábitos cotidianos (Mathieson y Wall, 1986:19). Partiendo de ello, desarrolló una clasificación cuádruple de las experiencias turísticas y los efectos de éstas sobre el destino, diferenciando previamente entre viajeros no-institucionalizados e institucionalizados.
Dentro de los primeros Cohen sitúa a los >drifter= (vagabundos, turismo de mochila) que, en busca de entornos exóticos y extraños en la periferia de los destinos turísticos de masas, planean su propio viaje, evitando las atracciones turísticas en una Acontra-vacación@ (Duysens, 1987:10). De esta forma, este tipo de turismo escapa a la consideración de los estadistas, planificadores y agencias de viaje, ocultándose en el sector informal de la economía sumergida (Duysens, 1987:7). Su impacto sobre los destinos es mínimo, debido tanto al bajo número de sus practicantes como a la filosofía de integración en la cultura anfitriona que los mismos siguen, compartiendo refugios, comidas, hábitos, etc. Paradójicamente, este turismo, a veces llamado alternativo o hippies, constituyen la avanzadilla del turismo institucionalizado de masas.
En la misma categoría de no institucionalizados están los que llama >explorers= (exploradores). Se trata de individuos que planifican su propio viaje tratando, como en el tipo anterior, de evitar las atracciones turísticas tanto como les sea posible, buscando el contacto necesario con los residentes para satisfacer sus necesidades mínimas pero sin llegar a integrarse en la vida local.
Los viajeros institucionalizados, mediatizando el desplazamiento por agencias al efecto y siguiendo ofertas concretas, son divididos por Cohen entre turismo de masas individual y turismo de masas organizado. En el primero de ellos, turismo de masas individual, los destinos son siempre de reconocido prestigio, es decir, conocidos a nivel popular. La agencia se encargará de todos los preparativos mayores del viaje, manteniendo el turista un cierto control sobre su itinerario en el destino y reparto de su tiempo. Sobre este tipo de turismo existe una creciente comercialización y especialización en la demanda, reflejándose tales hechos a nivel de impactos económico, físico y sociocultural.
Por otra parte, el turismo de masas organizado está tipificado por el paquete de viaje en el que los itinerarios son fijos, las paradas están planificadas y guiadas, y todas las decisiones de cierta importancia se dejan al organizador. Esto garantiza un alto grado de seguridad a los turistas, que no abandonan en ningún momento el 'entorno burbuja' de lo familiar. Para ellos se crean un nativo, una aldea, un arte, todo dentro de un supuesto tipismo, es decir, un representación artificial de lo que se pretende tradicional.
(B) Wahab (1975:10), expone algunas formas diferentes de turismo de acuerdo con una amplia gama de variables que incluyen: sexo, significado del transporte, localización geográfica, edad, clase social y precios, etc. a partir de la cual clasifica el turismo en cinco categorías: turismo recreacional, turismo cultural, turismo de salud, turismo deportivo y turismo de conferencias (Mathieson y Wall, 1986:18). Caracterizándose cada uno de ellos, no ya por el nivel de organización, sino por el tipo de actividad preferencial de los turistas en el destino.
(C) Valene Smith (1977c:2-3), incluyendo las dos primeras categorías de Wahab, turismo recreacional y turismo cultural, conforma una lista de cinco que se completan con turismo histórico, turismo étnico y turismo medioambiental, definidas en términos de la clase de movilidad de tiempo libre que prefiera el turista.
El turismo recreacional se asocia a menudo con las cuatro >S=, es decir, sun (sol), sand (arena), sea (mar) y sex (sexo), impulsados por >lo bonito= que se puede encontrar en el destino y por el relax de >lo natural=, y promocionados por atractivas imágenes de playas con palmerales, mares en azul turquesa o bellos y torneados cuerpos al sol. Sus actividades en el destino se centran en la participación en entretenimientos que van desde la buena comida (>comida internacional disfrazada=) a las muestras del tipismo y, por supuesto, el buen clima para disfrutar de la playa y los parajes de 'interés turístico'. Se trata, generalmente, de un turismo marcado por la estacionalidad, con lo que los destinos que le son asignados se adaptan temporalmente tanto con importación de fuerza de trabajo como con el cambio de actividades laborales.
El turismo cultural incluye lo pintoresco o el colorido local, un vestigio del estilo de vida tradicional campesino (tejidos, alfarería, construcciones, etc.) que, tal vez, pueda coincidir con el pasado de la cultura propia; añadiendo a ello unas costumbres y un lenguaje diferente. Tratando de >informarse= lo mejor posible sobre estos >otros=, el turista observa y participa en comidas y fiestas rústicas, en el folklore e, incluso, en deportes populares, donde siempre está presente la cámara fotográfica. Buenos ejemplos de este tipo de turismo pueden ser encontrados en España y Suramérica. Al tratarse de zonas que son fácilmente accesibles, pueden darse serias tensiones entre turistas y locales, que no suelen estar dispuestos a dejar su intimidad como un atractivo público-turístico (según el punto de vista).
El turismo histórico se caracteriza por una revisión de las glorias del pasado, representadas en los museos, catedrales, monumentos y ruinas, que ven generalmente favorecida su conservación gracias al interés despertado por estos viajes. Ahora bien, el interés por el pasado no incluye a los anfitriones del presente. Las relaciones de este tipo de turismo con los nativos están a menudo marcadas por la impersonalidad y la separación física entre clases, primando el intercambio económico. Para este tipo de turismo abundan las excursiones guiadas (dándose al guía un trato impersonal y económico) y los espectáculos de luz y sonido al modo de Uxmal (Yucatán - México), en los que se dramatiza el pasado y caída misteriosa de la ciudad.
En cuanto al turismo étnico, Smith lo propone como aquel donde se comercializa con las costumbres curiosas y la gente exótica, llevando al turista a los hogares y pueblos donde pueden adquirir lo llamativo, a veces de importante valor en el arte histórico (viajes para >conocer= los Tuareg, los indonesios de Toraya, los indios panameños de San Blás, etc.), visitar aldeas indígenas, degustar sus alimentos tradicionales, asistir a >espectáculos= en los que se representan ceremonias y danzas típicas. Por los elementos que caracterizan a este tipo de turismo, generalmente está restringido a una élite poco numerosa, con lo que el impacto es mínimo, al menos en principio.
Por último, el turismo medioambiental en muchas ocasiones está asociado al turismo étnico y, de igual forma que éste, representa un atractivo para las élites. En ambos casos, parece que el principal atractivo del viaje es la >educación=, pudiendo incluir bien visitas a fábricas artesanas, procesadoras de productos vegetales, piscifactorías, etc. que muestren la adaptación de la cultura material de un pueblo a su medio, bien visitas a zonas lejanas como la Antártida, Alaska, Patagonia o Japón. Los contactos con la cultura local, en este caso, son muy variados y deben ser examinados en cada caso.
En el mismo artículo, que constituye la introducción a Host and Guest, Smith (1977c:9; revisado en 1989 y traducido en 1992) sugiere una tipología complementaria, en función del número de turistas que acuda a un destino, sus espectativas y su grado de adaptación a las normas locales, que comprende a:
(a) Exploradores, que viajan con deseo de descubrir e interactuar con los anfitriones, aceptando las normas locales. Por autodefinición son y se muestran ajenos al turismo en sí, y Aestán emparentados@ con los antropólos tanto en su interés por observar y participar, como por la tecnología que les acompaña (desde grabadoras y cámaras fotográficas a radioteléfonos y alimentos deshidratados). En términos numéricos son pocos y, por ello, fácilmente acomodables en el entorno, tanto espacial como social, sin fuertes modificaciones.
(b) Elite, viajan a lugares poco usuales, viviendo representaciones nativas muchas veces pre-organizadas o realizando viajes >exóticos= (y normalmente guiados) en canoa por los ríos brasileños o en camiones a través del continente africano, siempre en viajes organizados >turísticamente= a tal fin. También poco numerosos y, si bien son más exigentes que los >exploradores=, son fácilmente acomodables en viviendas locales, compartiendo la dieta e >incomodidades= propias del lugar
(c) Excéntricos (ajeno a los circuitos), son poco comunes y tratan de alejarse de la multitud, dando lugar a ciertas emociones y riesgos semi-controlados (excursiones en solitario, itinerarios en carro por Nepal, visita a la región Toraya para presenciar un ritual funerario, etc.). Su impacto es prácticamente nulo debido a que se acomodan fácilmente a las situaciones locales.
(d) Inusuales, son viajeros ocasionales con preferencia por lugares por explorar, áreas aisladas y llevar a cabo actividades ricas y >emocionantes= organizadas en grupo por agencias al efecto (visitas a las reservas naturales de Kenia o a los nativos Cuna en Panamá). Si bien en los destinos temporales sólo necesitan de una estructura alojativa simple, dependen de una base donde se contemplen todos los servicios. Con lo que su impacto hay que verlo diferenciando entre su itinerario, siempre visitas temporalmente cortas, y la base, donde los medios necesarios pueden comenzar a afectar a la estructura socio-económica-física del enclave.
(e) Masa incipiente, de flujo constante, son aquellos viajes individuales o en pequeños grupos, donde se busca una combinación de comodidad y autenticidad, mezclándose con residentes de paso y dsifrutando de las características propias de los destinos (comunmente ciudades como México, Nueva York o Madrid, aunque pueden ser también incluidos en esta categoría los veraniegos visitantes del Ártico). En cualquier caso los destinos suelen ser ya áreas turísticas consolidadas y, en ocasiones, de gran popularidad, con la consecuente demanda de bienes y servicios.
(f) Masa, con una afluencia continua de visitantes, significa el gran salto hacia el desarrollo turístico de aquellos lugares accesibles a la clase media (Hawaii o Acapulco para los norteamericanos; Canarias, Azores o el Caribe para los españoles). Con el incremento notable del número de viajeros, el turismo se convierte en la mayor fuente de ingresos y, con ello, de una parte, se diluyen los pocos lazos de relación, salvo el meramente comercial, entre anfitriones e invitados; y, de otra, convierte a los destinos en altamente dependientes de los ingresos y valores de la clase media de las sociedades generadoras de turistas. Este tipo de turismo modifica de manera considerablemente más notable la escena local, pudiendo segmentar a la población (Smith, 1977a:68).
(g) Charter, muestra el triunfo de la homogeneización y la estandarización de comodidades y servicios turísticos para atender la llegada masiva de los buscadores del buen clima, en un entorno nuevo pero familiar y relativamente barato, con todo (hotel, comidas, excursiones y actividades complementarias) pre-organizado. Con un trato guía-turista que aparenta personalizar, en muchas ocasiones los turistas van identificados por grupos con colores o escarapelas, son continuamente contados, los autobuses numerados y se les recuerda que, por motivos de organización, no se confundan de transporte, cumplan con los horarios o no se separen de su grupo y guía.
Smith incorpora, de esta forma, los desarrollos del mercado turístico no organizado y las implicaciones sociales del altamente estructurado negocio charter, introducidos durante la década de los sesenta. Ambos, Smith y Cohen, ven en los >explorer= y los viajeros de élite los que menor impacto ejercen sobre las culturas anfitrionas ya que, debido unas veces al bajo número de ellos y otras a la filosofía turística que les es característica, estos tipos de turismo ejercen casi un absoluto control sobre sus decisiones, pudiendo estas adaptarse continuamente a las circunstancias del entorno real del viaje. El turismo charter, en cambio, con su viaje organizado y pagado por adelantado, exige seguridad en el cumplimiento de lo descrito en lo ofertado por las agencias que le venden el >viaje enlatado=, ello necesita tanto una estructura de servicios y comercio como una importante inversión de capital, todo lo cual repercute directamente sobre la organización turística y estructura socioeconómica local del área de destino.
CUADRO 3. Tipos de turista, número y su grado de adaptación a las normas locales (Smith, 1992:32)
En contraste con las anteriores tipologías, los modelos cognitivo-normativos atienden a revelar las causas o motivaciones del viaje. Los intentos de realizar clasificaciones de las motivaciones del turista para iniciar el viaje han sido, hasta el presente, variados en su contenido y extensos en exhaustividad, pero también vanos en su intento de cubrir todas las posibles combinaciones de pretextos o móviles que incitan al turista a viajar. Así, MacIntosh (1986) concreta cuatro categorías motivacionales: físicas (búsqueda de relajación, salud, deportivas, placer, etc.), culturales (curiosidad por países, gentes y lugares, por lo exótico, la arquitectura, la música, experiencias específicas, etc.), personales (encuentros con nuevas personas, hacer amigos o visitarlos, búsqueda de experiencias, escape de lo cotidiano, peregrinaciones, viajar por puro placer, etc.) y de prestigio y posición (conferencias, búsqueda de contactos de negocios, moda, acrecentamiento del ego, etc.).
Una línea de clasificación motivacional diferente lo muestran las tipologías de Plog (1972) y de Cohen (1979), que a continuación reseñamos siguiendo a Murphy (1984) y Lea (1988), que parten de la suposición de existencia de un >centro= carismático de cada sociedad que representa sus valores y normas últimas, de manera que los turistas podrán ser clasificados según su distancia a dicho centro, es decir, sus motivaciones serán más comunes a su sociedad de origen cuanto más cercanos al centro se encuentren.
(A) Plog (1972), siguiendo un continuum, sugiere que una comunidad puede introducirse en el negocio turístico con la llegada de un pequeño número de aventureros alocéntricos o turismo existencial (independientes o, al menos, críticos de las normas socialmente aceptadas), pero su impacto no será excesivo debido a la escasa necesidad de servicios que éstos demandan. Pero, con ellos, el área se podrá dar a conocer y, con la posible llegada de un número superior de viajeros insertos en la normativa social (turismo experimental), se desarrollarán mejores servicios. El área de destino estará así preparada para la recepción de un gran número de visitantes psicocéntricos (turismo experiencial), constructores y portadores de las normas sociales de la sociedad generadora, que la convertirán en un destino popular, dependiente de la inversión extranjera y los empleos creados por ella. Los nuevos visitantes deben encontrarse como en su casa, con un completo lote de servicios y atracciones que poco tendrán que ver con el entorno natural y social que encontraron los alocéntricos.
(B) Cohen (1979), distingue a los turistas en términos de lo que para ellos significa el viaje, separando claramente las visitas dirigidas al placer de aquellas que ponen el énfasis sobre la peregrinación hacia una nueva experiencia personal. En el caso de que el >centro espiritual= de atracción sea puramente hedonístico, Cohen los denomina viajes de diversión o recreacionales, según se trate de una ruptura con las tensiones del trabajo o la visita sea un escape de la rutina diaria. Frente a estos sitúa los tipos de turismo cuya motivación resulta de alguna forma de peregrinación, esto es, viajeros que solicitan una respuesta a través de las formas experienciales (buscando la autenticidad en la vida de otras sociedades ya que la propia la ha perdido), experimentales (experimentando con estilos de vida diferentes al propio) o existenciales (adquiriendo un nuevo >centro espiritual= como resultado de una experiencia de viaje).
Yiannakis y Gibson (1992), proponen una clasificación que trata de combinar las tipologías de tipo interaccional y cognitivo-normativo, partiendo de lo sugerido por Cohen (1979): que el comportamiento turístico refleja la existencia de patrones estables de motivación y que ambos, comportamiento y motivación, distinguen y caracterizan las diferentes formas que puede tomar la actividad turística, pudiendo darse una multitud de combinaciones e influencias en la unión comportamiento-motivación.
El trabajo de Yiannakis y Gibson destaca por ser uno de los pocos que intenta una operacionalización de la experiencia turística, incluyendo las correlaciones existentes entre los roles de los turistas, la satisfacción de sus necesidades y la enorme serie de estructuras sociales en la que éstos se encuentran enclavados. Distinguiendo entre catorce categorías (CUADRO #), en su tipología se incluyen muchas de las anteriormente descritas, pero además añaden otras como los antropólogos, los arqueólogos y los periodistas, que si bien sus actividades y ocupaciones no están claramente identificadas con el >turista=, tienen repercusiones y comportamientos similares a algunos de los tipos identificados. Esto sirve a los autores para afianzar su idea de que no todos los viajeros pueden ser declarados >turistas=, pero no por los comportamientos e impactos en los destinos sino, más bien, por las motivaciones que subyacen al viaje mismo.
La investigación, desarrollada sobre entrevistas telefónicas a una muestra de 521 individuos adultos, diferenciados por edad, sexo y educación, concluye sugiriendo como hipótesis la existencia de tres dimensiones bipolares (Yiannakis y Gibson, 1992:299): estimulación-tranquilidad, lo extraño-familiar y estructura-independencia, entre las que podríamos situar cada uno de los catorce tipos marcados. La localización de un rol particular de turista en ese espacio tridimensional debería sugerir las características de un destino óptimo para el mismo, con lo que estudiando la demanda (motivación-comportamiento previsible por rol) podrían ser definidos a priori y de manera específica los factores claves e identificativos de los destinos creados o por crear. Con ello, los autores subrayan la idea de que no es suficiente estudiar los comportamientos de los turistas mientras están de vacaciones, antes bien, tal tarea ha de ser complementada, necesariamente, con la exploración de la preferencias de los turistas potenciales y sus motivaciones para emprender el viaje.
CUADRO 4. Esquema-resumen de clasificaciones del turismo los modelos espacial, de interacción y cognitivo-normativos.
Esta clasificación, como exponente de los intentos de operacionalización, predicción y aplicación >industrial= de los análisis científico-sociales del turismo, puede mostrarnos claramente cuáles son las líneas actuales en que se debaten los intentos de tipologización de los turistas, sus comportamientos, roles y motivaciones. Sin embargo, de una parte, sigue estando circunscrita, como Yiannakis y Gibson reconocen (1992:292) a individuos, turistas potenciales, de características similares a las de la muestra, es decir, por más extensa no es alegremente generalizable; y, de otra, queda restringida al ámbito de la demanda, con lo que tampoco es fácilmente comparable con otras tipogías al uso.
CUADRO 5. Una tipología del ocio basada sobre los roles de los turistas (Yiannakis y Gibson, 1992:291). Entrecorchetes de elaboración propia.
A fin de disponer de una comparación (que no combinación) de tipologías, hemos establecido un conjunto de cuatro niveles de correlación, más una indicación de impactos, con el que poder identificar (CUADRO 6), orientativamente según las metas de la investigación, a qué tipo de turista/turismo nos estamos refiriendo en cada momento y qué implicaciones de carácter general pueden tener para los actores y el destino.
CUADRO 6. Comparación de tipologías para investigación según niveles de correlación. Elaboración propia.
De este modo, partiendo de las tipologías antedichas se ha tomado como eje central, o primer nivel, el tipo de desarrollo turístico del área de destino, asociándole a éste cuatro niveles sucesivos. El segundo nivel clasifica el turismo según sea la forma elegida del viaje, es decir, el nivel de organización y control sobre el mismo; el tercero, dependiendo del número y frecuencia de las visitas y su grado de adaptación; un cuarto, atendiendo a la motivación y actividades predominantes desarrolladas en el destino; y, por último, el grado de impacto de cada uno de los tres modelos generales diseñados.
El primero de los modelos corresponde a destinos sin desarrollo turístico o con un crecimiento lento (urbanístico y comercial) del mismo. En muchas ocasiones una investigación de área iniciada para el estudio de cualquier item clásico en antropología (desde parentesco a entidades simbolicas o económicas) puede hacernos evidente la presencia más o menos esporádica de individuos foráneos y totalmente descontextualizados. Éstos suelen ser pocos individuos y, dependiendo de los atractivos y características propias de la zona, encontrarse de paso o pernoctar, generalmente pocas noches, en la misma y, por ello, los efectos generados sobre la población local, aunque variables y continuos, suelen ser mínimos. Probablemente, desde el punto de vista de muchos antropólogos del turismo, no tendría interés llevar a cabo estudios de áreas no desarrolladas (y que en la mayoría de las ocasiones no lo serán a medio plazo), sin embargo, su no consideración en investigaciones antropológicas de otra índole puede llevarnos a serias distorsiones en nuestros análisis y conclusiones. Sin pensar que el turismo es el único generador de efectos, en algunas poblaciones andinas o de las islas más alejadas del pacífico )cómo entender ciertas variaciones -introducciones- de la cultura material? )cómo los cambios en la ornamentación? )cómo la estereotipación de los foráneos y, con ella, del mundo exterior al propio? etc.
El tipo de visitantes asociados con el modelo aquí descrito corresponde a individuos que, en términos generales, se interesa por y se adapta (o soporta) muy bien a las características socioculturales del área, organizan su propio viaje (no utilizando los canales convencionales de la >industria=) y ajusta el tiempo/secuencia de disfrute de las actividades por las que optan a sus propias apetencias. Si bien este proceso de desarrollo se describirá posteriormente, en ocasiones la frecuencia de visitas de este amplio tipo de turismo ha llevado, y lleva, a algunos individuos residentes a emprender el desarrollo turístico del área con un estilo de promoción que, con fondos provenientes del ahorro familiar, se inicia con la restauración (Adar comidas@), sigue con la creación de comercios de los tipos más insospechados, para posteriormente acabar ofreciendo alojamiento. Caso aparte es el de los empresarios foráneos que, previendo expansiones futuras, realizan las inversiones pertinentes en proyectos de tipo individual, normalmente sin ninguna clase de planificación global del destino.
El modelo 2 gira en torno a los turistas que Smith (1989) denominó >inusuales= y al gran olvidado de las tipologías del turismo: el doméstico, caracterizado por ser una forma de viaje familiar, de relativamente cortas distancias, muy estacional y con viajes cada vez más intermediados -sobre todo a nivel de transporte y alojamiento- por agencias, genera una forma de desarrollo turístico Atransitorio@ (diferenciado por Peck y Lepie, 1989). Sin la necesidad de grandes inversiones y de efectos económicos generalmente muy positivos para la población local (principalmente a través del comercio y el alojamiento), los impactos globales que ocasiona pueden ser calificados de bajos y localizados espacial y temporalmente, en tanto que son atraídos por lugares de vacación más o menos concretos, no suelen relacionarse e integrarse con los residentes fijos y su estancia o es de fin de semana o a lo sumo de treinta días. Tal es el caso de muchos pueblos costeros cercanos a grandes urbes u otros como Sámara y Coco en el Pacífico Costarricense (descrito por Breton y otros, 1991) o como los del litoral Mediterráneo (Siches i cuadra, 1990) o Les Valls d=Aneu en el Pirineo Catalán (Jiménez Setó, 1996), que absorben gran parte del turismo nacional. Como en el modelo anterior, la planificación global del destino suele brillar por su ausencia, lo cual le anula como destino internacional de cierta calidad.
Mención aparte merece, incluído en este modelo, el denominado Aturismo rural@[3], que planteado desde hace algunos años como modelo alternativo al turismo de masas para países en desarrollo, está siendo utilizado, además de para el fin previsto, como complementario a la oferta de destinos masificados. En términos generales, el turismo rural se debe atener a las premisas del desarrollo sostenible, generar efectos eminentemente positivos, promoverse en áreas >no invadidas=, incluir a la población local como >actores culturales=, ser minoritario y promover, a través de encuentros espontáneos y la participación, el contacto intercultural. Sin embargo, nos son desconocidas las experiencias que han cumplido con todas estas >normas de implantación=, antes bien, han aparecido muchos problemas e implicaciones socioculturales, pérdida de la propiedad, dependencia de las subvenciones estatales y supraestatales, altos costes y baja rentabilidad, que han sido sistemáticamente ignorados por sus proponentes y defensores (Butler, 1992:40). Con todo, tales problemas no invalidan este tipo de turismo que, aunque no es la panacea del bienestar, puede ser planteado como una forma posible y factible de desarrollo en ciertas áreas, siempre y cuando se atenga a una planificación global previa de las áreas (que suelen ser de extrema fragilidad), un control y corrección de impactos y evite la dependencia exclusiva del mismo.
El tercer modelo de la correlación presentada, está referido al turismo siempre intermediado y organizado por agencias y tour-operadores, con un gran número de visitantes y de frecuencia prácticamente continua, esto es, el turismo de masas individual o incipiente, el masivo o de masa organizado (ambos descritos por Cohen, 1972, y Smith, 1989) y el charter o de >paquete turístico= (Smith, 1989), con preferencia -ya sea por propio interés del turista o por motivos económicos- bien por áreas de recreo (playas y lagos) y de salud (balnearios) bien por visitas monumentales, arquitectónicas e históricas, si bien en la última década se ha ido gestando una forma de turismo de masas que desarrollan su actividad en torno a algún deporte. Con fuerte índice de impacto global sobre las áreas y poblaciones de destino, está asociado, salvo excepciones, a formas de desarrollo con un alto nivel de planificación (sobre todo en sus comienzos), fuertes inversiones externas y pérdida del control por la población local, que pasa a formar parte de la fuerza de trabajo necesaria para el mantenimiento del destino.
Esta clasificación por modelos, que ha sido útil a nuestros alumnos para adoptar puntos de partida en sus estudios, sin embargo, por definición no puede ser exhaustiva. Prácticamente en toda investigación se ha de realizar, razonadamente, una determinación sobre el terreno de tipos de turismo y turista que, si bien en principio debe coincidir con los tipos antedichos, se ajuste tanto a la realidad concreta del ámbito analizado como a las posibles innovaciones o actualizaciones del mercado y la demanda. Para ello, se han de manifestar claramente los criterios por los que se realiza la clasificación y, en la medida de lo posible, identificar a los actores implicados en el desarrollo turístico (gobiernos, instituciones, promotores públicos y privados, población local, etc.), además del espacio concreto (núcleo de destino) y áreas de influencia. (ver esquema)
[2] Pearce (1986:20-22), ilustra su clasificación con los siguientes ejemplos: Modelo integrado: estación de ski La Grande Plagne y las marinas de Port Grimaud y Marines de Cogolin. Modelo catalítico: estación de ski de Vars y balneario de Gréoux-les-Bains.
[3] Aunque también, en muchas ocasiones abusando del término, ecoturismo, turismo participativo, turismo de áreas rurales, agroturismo, turismo verde, turismo alternativo o por las actividades llevadas a cabo en destino; cada cual lo ha denominado como más le convenía o como lo hace la ley o reglamento del momento que otorga permisos, subvenciones o genera planes de desarrollo.
http://www.antropologiasocial.org/contenidos/tutoriales/anttur/textos/ATexto3.htm