Tuesday, February 7, 2012

¿Qué dice su foto de perfil?, El País 5.2.2012


¿Qué dice su foto de perfil?

http://elpais.com/diario/2012/02/05/eps/1328426821_850215.html

KARELIA VÁZQUEZ 05/02/2012

Nadie es tan feo como en su DNI ni tan guapo como en su foto de perfil". Tras esta sentencia, rebosante de verdad y sabiduría, se creó hace un par de años uno de los grupos más populares de Facebook. Así como nos hemos resignado a que las fotos del DNI no nos hagan justicia, ahora invertimos tiempo y paciencia en conseguir la mejor cara posible para estar en Internet y, ciertamente, nuestra imagen online abre y cierra muchas más puertas que la foto del carné de identidad.

Cada vez es más difícil ser invisible en la Red. A estas alturas, renunciar a tener una imagen online podría considerarse casi un acto de contracultura. Cada vez es más probable que al googlear un nombre se acceda -además de a datos biográficos o profesionales- a una foto. Y esto lo cambia todo. Una instantánea desata todo tipo de fantasías. "Los textos no construyen a una persona, pero una imagen nos hace reales", reflexiona Jeremy Sarachan, profesor de comunicación y experto en cibercultura y mundos virtuales del St. John Fisher College, en Rochester (Nueva York). Según su opinión, el tradicional corte de pasaporte no sirve para transitar por los mundos virtuales. "Una cabeza puesta sobre los hombros, perfectamente centrada y con una sonrisa vaga solo significa que existes, y ¿quién quiere conocer a alguien que simplemente existe? Los usuarios hiperconectados pedimos mucho más".

Eso que se quiere ver en las fotos de la gente es lo que el filósofo francés Roland Barthes llamó "aire" o "personalidad" en su libro Camera Lucida. "Una imagen capaz de crear un impacto emocional desde el primer vistazo". Jeremy Sarachan considera justificada la importancia que concedemos a nuestras fotos de perfil. "Piense que será la imagen que se repetirá en cada uno de sus actos, en cada comentario o tuit y acabará siendo el símbolo visual de su vida online".

Entre los usuarios hiperconectados, los hay estables y monótonos (aquellos que abrieron una cuenta en Facebook, Twitter o Linkedin hace tres años y aún mantienen su primera foto de perfil). Otros se comportan de un modo convulso y volátil, necesitan cambiar su carta de presentación cada semana redefiniendo su imagen virtual en cuanto logran una captura más representativa de su último minuto de gloria. Internet ama el presente sobre todas las cosas y este comportamiento veleidoso ya está respaldado por los estudiosos de la cultura digital. "El constante flujo de información propio de la era digital exige los repetidos cambios en las fotos de perfil. La autodefinición más perfecta que podamos imaginar se queda obsoleta en pocos días. La necesidad de experimentar con la imagen que damos de nosotros mismos es un esfuerzo que no tiene final, un requerimiento de la vida digital", explica Sarachan.

Queda, es cierto, un reducto de usuarios resistentes que han conseguido llegar al día de hoy sin que una sola imagen de ellos pueda ser encontrada en la Red. O los que, una vez puestos entre la espada y la pared, optan por ofrecer al mundo una imagen ambigua. Por ejemplo: un dibujo manga, el símbolo del ying y el yang o el retrato ilustrado de una chica pin up.

Académicos de varias universidades se han dedicado a estudiar el impacto de las fotos de perfil en nuestra vida social en la Red. Lo llaman la gestión de la impresión online. El profesor Joseph B. Walter, de la Universidad de Michigan, dirige una de estas investigaciones y asegura que la gente con amigos atractivos en Facebook o que sigue a personas de moda en Twitter es percibida con un "halo más interesante" que el resto, y muchos no pierden de vista este propósito a la hora de seleccionar su círculo próximo.

Las mentiras piadosas -por ejemplo, poner una foto de cuando éramos cinco años más jóvenes y pesábamos diez kilos menos- también son observadas por los académicos. Mark R. Leary, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad de Duke, ha estudiado las estrategias que se ponen en marcha para editar la imagen online. "Algunas personas parecen tener un público al que impresionar; otros prefieren editarse a sí mismos y mostrar lo mejor de lo que hay". Lo curioso es que siempre se encuentra una razón para justificar estos pequeños engaños. "Todo el mundo está convencido de que es honesto o, al menos, de que lo intenta", dice Jennifer Gibbs, profesora de comunicación en Rutgers y autora de un estudio sobre los comportamientos en los sitios de citas online, un universo donde no abunda precisamente la sinceridad. "Las personas que dan una imagen de sí mismas un poco alejada de la realidad muchas veces están ofreciendo una versión idealizada o una previsión benévola de lo que esperan llegar a ser. Siempre justifican las distorsiones de su imagen como un esfuerzo para mantenerse en el ruedo".

En cualquier caso, los teóricos de la era digital piensan que es una ilusión creer que se podrá permanecer mucho más tiempo escondido (en Internet). Hay que estar preparado. Finalmente alguien acabará etiquetando su nombre en la foto de una boda o algo peor. Y todo el mundo acabará identificándole. Los filósofos que estudian nuestros comportamientos en las redes sociales, concretamente en Facebook, dicen que el etiquetado de fotos es una de las prestaciones imprescindibles de los tiempos que corren, porque garantiza la existencia de un público ansioso. Así lo explica Jeremy Sarachan: "En la era de la información, la superabundancia de datos produce una indiferencia masiva ante todo. Pero si usted es notificado por escrito cada vez que alguien lo identifica en una imagen, la curiosidad lo matará. Al fin y al cabo, ¿quién no quiere ver una foto de sí mismo?".
Así es su 'avatar' y así lo describen los expertos


Usted, visto por su ordenador: Es una fotografía casi siempre tomada con una cámara web que parece decir: "Este soy yo". Tienden a ser imágenes distorsionadas por la cercanía de la cámara, tomadas en un contexto laboral o de ocio, pero siempre ligado al ordenador.

De espaldas o mostrando un detalle de su cuerpo: No se da la cara, pero se muestra una porción del cuerpo o una actitud con la que se busca destacar un rasgo del que se está satisfecho. Ya sea un tatuaje, unos pies de los que se está orgulloso o un temperamento rebelde.

Posando con amigos, familia o pareja: Es un modo de demostrar vida social y de dar pruebas de determinados sucesos que pueden haber sido anunciados previamente. Por ejemplo: "Estoy en una relación". En estas imágenes, el sujeto es lo menos importante; es el contexto el que manda. Algunos expertos creen que es una manera de demostrar cierto control sobre la tecnología: "Sigo teniendo vida social a pesar de Internet".

Retrato trucado o manipulado por un 'software': Es una manera de ocultarse, a la vez que se muestra cierto temperamento artístico y ganas de demostrar el dominio de programas de manipulación de imágenes. La visibilidad de la cara es secundaria.

Recuerdo del pasado: Suele tratarse de una imagen nostálgica y segura que, además, no da demasiadas pistas sobre el presente. La conexión con el pasado otorga profundidad y cierto interés a la identidad del interesado.

Descripciones extraídas del libro 'Facebook and philosophy' (Open Court, 2010).

Moda a països majoritàriament musulmans

http://smoda.elpais.com/articulos/la-moda-que-gusta-a-ala/883 

"Obscena. Esta palabra oculta muchos significados en Turquía, un lugar que hasta hace poco mantenía una guerra abierta con el turbante y que, desde hace unos años, se ha convertido en la capital de la moda islámica. Para las mujeres que visten a la occidental en este país –de mayoría musulmana, pero laico por constitución–, la visibilidad de la nueva moda religiosa es un ataque a la libertad de expresión. «En los años 80 podía ir con minifalda en Fatih –el barrio más tradicional de Estambul–, ahora sería imposible», asegura Zeynep Oral, una conocida periodista turca. En el otro bando, los sectores más radicales critican los carteles con mujeres veladas y profundamente maquilladas que empapelan algunos barrios de la metrópoli. «Obsceno. La mujer no debe ser presumida y este tipo de ropa nos anima a ser coquetas fuera de casa», opina Merve Çektir, que viste una túnica negra que solo deja al descubierto ojos y nariz.

La industria de la moda islámica florece en Turquía animada por la bonanza económica que vive el país. También gracias a la primavera árabe. Como explica el analista del portal Mediterráneo Sur, Ilya Topper, «las protestas en Siria, por ejemplo, se realizan los viernes tras la oración, porque la mezquita es el único lugar donde los hombres se pueden reunir sin ser dispersados por la policía. Así se islamiza la revolución». Más islam significa más segregación de sexos, más recato para mujeres y, en consecuencia, más moda islámica.

El tesettürlü, o moda velada, mueve al año 96.000 millones de dólares en todo el mundo, según un estudio de la escuela de moda Esmod Dubai, y gran parte de este pastel se lo lleva Turquía. Los diseños más codiciados son los de firmas como Karali, Akel o Tekbir. Su cartera de clientes engloba países de los cinco continentes: de Australia a Jordania, pasando por Azerbaiyán, Francia, Canadá o Estados Unidos.

«Somos un país islámico y entendemos las necesidades de las mujeres piadosas. Y, como vivimos a caballo entre dos continentes, podemos mezclar influencias orientales y occidentales para que la ropa sea más atractiva sin perder funcionalidad», explica Ayla Melek, dependienta de una de las tiendas Armine, muy populares por sus coloridos chaquetones. La ropa de mujer islámica ha evolucionado desde los antiguos hábitos oscuros y holgados a una gran variedad de formas y colores. Pintalabios, sombra de ojos, tacones altos y pantalones de campana están a la orden del día. Eso sí, es imprescindible que la silueta quede desdibujada y las transparencias están prohibidísimas. El pantalón se combina con vestidos largos hasta la mitad del muslo, y las faldas bajan hasta los tobillos.

Según la profesora Özlem Sandikçi, el cambio de imagen llegó a raíz del 11-S. «Mientras los medios mostraban imágenes de barbudos y mujeres veladas como símbolo de la militancia islámica, comenzó a ser necesario para los modistos presentar al mundo una imagen más elegante y moderna», afirma.

Los pañuelos se volvieron más pequeños y los estampados, más comunes. Luego vino la subida al poder de los islamistas moderados en 2002, que contribuyó a dar visibilidad a una burguesía conservadora pero muy avant-garde en prácticas de consumo. La embajadora de la nueva mujer islámica es la primera dama de Turquía, Hayrunnisa Gül. «Lleva hiyab y, aunque le pierde su gusto por los tacones altos, viste firmas turcas, con lo que muestra su apoyo a la industria», dice Murat Sarin, de la casa de alta costura Bala Couture, famosa entre la jet set turca por sus vestidos de novia.

El estilo Hayrunnisa respeta a la perfección los preceptos del islam sobre las mujeres que, según los teólogos fundamentalistas, deben permanecer cubiertas. Si no lo hacen, excitan los deseos de los hombres y los arrastran a cometer irresponsabilidades, aseguran. Pero ¿cómo ser fiel a tales exigencias sin perder comercialidad? «Los publicistas de tessetürlü enfatizan la necesidad moral de cubrirse y el placer de hacerlo. Pero también insisten que una ropa bella le hará sentirse tan bonita y sofisticada como las mujeres sin velo», explica la profesora de marketing Güliz Gen. La llegada de diseños más atrevidos ha ayudado a que el tessetürlü traspase las fronteras religiosas. Muchas mujeres turcas de gustos occidentales comienzan a frecuentar los almacenes de ropa islámica. En vez de cubrirse el pelo, se atan los pañuelos al cuello y combinan los blusones con jeans ajustados o leggins que terminan con tacones de vértigo.

 La Semana de la Moda islámica en Estambul es el mayor acontecimiento anual para la industria. En septiembre se celebra su cuarta edición y, según sus organizadores, ya hay 140 firmas inscritas. La más esperada es Tekbir, cuyo diseñador pasó de ser un humilde sastre a una especie de Amancio Ortega turco. El costurero de Alá, como se le conoce, explica que el secreto de su éxito reside en que «respeta la modestia que la religión impone para las mujeres, pero hay que evolucionar en cuanto a diseño y patrones». Taner Balkan, responsable de la convención, no duda en asegurar que «Estambul es el nuevo Milán de la moda islámica»."